La movilización de la población de la Comarca en torno al asunto de la sanidad, y muy especialmente de las asociaciones que se aglutinaron para la ocasión, con una reivindicación tan "peregrina" como disponer de una unidad de soporte vital básico (una ambulancia en condiciones) con su dotación correspondiente de personal, es sin duda uno de esos hechos de los que no queda más remedio que sentirse orgulloso.
No solo por el ánimo derrochado por todos aquellos que realizaron un itinerario "turístico" por todos los ayuntamientos de la Montaña, luchando por una causa más que justa, sino por que se trata de una de esas ocasiones en que el análisis de los hechos es concluyente: Si queremos, podemos.
Ha sido la movilización pacífica de una ciudadanía harta ya de recortes en los servicios públicos a todos los niveles, cansada de explicaciones retóricas de los políticos (cuando las ha habido) y que ha utilizado el legítimo derecho de manifestación para poner en evidencia las carencias de la política provincial y autonómica en las zonas rurales, pese al mogollón de declaraciones a favor del desarrollo rural, contra la despoblación y cosas por el estilo y que después solo quedan en eso, en declaraciones y la preceptiva comida.
Pero esta movilización también ha puesto de manifiesto el adocenamiento de los políticos locales, incapaces de gestionar un asunto de primera magnitud como es la sanidad y que, a destiempo y de aquella manera, se han ido sumando a la reivindicación como si de ciudadanos de a pie se tratase.
Desde la Revista Comarcal pensamos que es un camino que conduce a la dignidad ciudadana, esa que solo se siente en colectivo y tras luchar por derechos irrenunciables en estos tiempos, y que ineludiblemente conlleva la valoración de lo conseguido por haber costado esfuerzo y la elevación del nivel de exigencia a los representantes elegidos para gestionar lo logrado. Lo dicho, un hecho edificante, cívico y aleccionador.