Si la redacción de esta Revista obrara sensatamente con la finalidad de provocar el aplauso general, debería comportarse como el predicador invitado a pronunciar la homilía de la fiesta del patrón del pueblo. Es decir, alabaría la belleza del paisaje, la honradez de las gentes de estos valles, las virtudes trasmitidas por los antepasados..., todo ello en voz solemne y clerical. ¡Qué bien habla! Dirían los pagados habitantes asistentes con su autoestima en alza.
No imitaré al predicador. Seguiré más bien las enseñanzas de don Miguel de Unamuno que decía que a la muchedumbre había que lanzarla sal caustica para despertarla. Otro comentarista expresaba hace poco en un medio escrito la siguiente idea: “Si usted ha escrito algo y nadie se ha molestado ni le ha criticado o amenazado, es que no ha dicho nada”.
A ningún poder servimos desde estas páginas, ni somos la voz de ningún grupo de presión, lo que nos da libertad para expresar la inanidad de las instituciones que dicen representarnos, la pérdida de servicios básicos, de comunicaciones, de enseñanza; los desastres urbanísticos en núcleos urbanos y en zonas llamadas “Parque Natural” donde proliferan viviendas ilegales; la pérdida por inanición de las –no tan antiguamente efectivas– Juntas vecinales, amenazadas ahora de desaparición por muerte natural y quizás por decreto ley.
No obstante, demos también una puntada optimista. Si no hay élites dirigentes, la sociedad civil, parece dar muestras de despertar. Durante el verano, iniciativas privadas han celebrado con éxito acontecimientos deportivos que han congregado a multitud de deportistas en Valdeón, Tierra de la Reina o Valdeburón.
Y, modelo de esta movilización ciudadana, que ha tenido eco en toda la prensa nacional y regional, más que en la llamada Comarca de Riaño, ha sido el acto académico celebrado en Lois, con motivo del 300 aniversario de la fundación de la Real Academia de la Lengua al que dedicamos la portada de esta revista y reportaje en páginas interiores. Ante el comentario de un asistente extrañándose de la ausencia a estos actos de, al menos, los alcaldes de la llamada Merindad de Valdeburón, un paisano del pueblo, desde el poyo de su puerta, dio la explicación: “Aquí hoy no va a haber cintas que cortar y por eso los cortacintas no están.” Comentario que transcribo y que expresa ese sentimiento de frustración generalizado que el público siente por la clase política viendo cómo, desde las más altas instancias del poder, se desprende hacia la base una especie de chapapote que afecta a toda la desesperanzada masa social enferma de pesimismo. La sociedad civil debe despertar en la Montaña. No basta con pregonar la belleza de nuestros valles.